viernes, 2 de enero de 2015

Gloria Analco/Una mirada a la Historia que explica el presente Gloria Analco/ESCARAMUZAS POLÍTICAS.

Estados Unidos trató de apoderarse de Cuba -que era una colonia española- casi desde el mismo momento de su constitución como Estado, lo cual lograría en 1898, en lo que Lenin llamó “la Primera Guerra Imperialista” por inmiscuirse el gobierno estadounidense en la guerra de independencia que Cuba libraba contra España, y luego decidir sus derroteros.
 Cuba había inspirado a EE.UU., en 1823, la teoría de la “fruta madura, o del acecho”, por aquello de que “es tuya la fruta del vecino que cae en tu patio trasero”, y la Doctrina Monroe, fundamentada en la frase “América para los americanos”, la cual fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe, quien dijo en una ocasión:
  “Nosotros dejaremos a Cuba donde está; lo que no toleraremos jamás es que ella pase a otras manos que no sean las nuestras”.
Su política de la “fruta madura” entró en operación cuando EE.UU. hizo llegar una nota memorable a su embajador Huhg Nelson, en Madrid, en abril de 1823,  para que la hiciera llegar a la Corona Española, en la que definía sus planes sobre Cuba en los siguientes términos:
“Cuando se echa una mirada hacia el curso que tomarán probablemente los acontecimientos en los próximos 50 años, casi es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra república federal será indispensable”.
Más tarde, en 1899, el entonces Presidente William Mckinley dijo: “Cuba tiene que estar necesariamente ligada a Estados Unidos por vínculos especiales… Solamente el futuro dirá hasta dónde el destino de Cuba habría de estar irrevocablemente unido al destino de Estados Unidos”.
En consecuencia, el 2 de marzo de 1901, EE.UU. impuso a la Convención cubana el texto de la Enmienda Platt “para su consideración”. La réplica cubana, el 7 de marzo, argumentaba que el artículo III de la Enmienda “equivale a entregarle a los estadounidenses la llave de nuestra casa para que entren en ella a todas horas, cuando les venga en el deseo, de día o de noche, con propósitos buenos o malos”. Y la cláusula VII señalaba: “… el gobierno de Cuba venderá o arrendará a Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales”.
La primera protesta popular contra esa Enmienda se realizó el mismo 2 de marzo de 1901. Unos 30 mil manifestantes, que voceaban consignas de “¡Viva Cuba Libre”! y “¡Nada de carboneras!”, recorrieron las calles de la capital.
El senador O.H. Platt advirtió a los cubanos que si no la aceptaban “de inmediato ocuparemos la isla hasta que lo hagan”. Los delegados cubanos optaron por el mal menor, y la Asamblea Constituyente incluyó, el 12 de junio de 1901, la Enmienda Platt como apéndice de la Constitución.
Con ello, el predominio de Estados Unidos en Cuba quedó asegurado y se mantuvo casi inalterable hasta que, 58 años más tarde, los revolucionarios cubanos, encabezados por Fidel Castro, liberaron a su país de ese yugo el primero de enero de 1959.
Hoy, en 2015, se abre un nuevo capítulo en la historia entre ambos países, en el que Cuba seguirá luchando por mantener su independencia, como si no le fuera dada de forma natural, y EE.UU. intentará recuperar lo que histórica y extrañamente sigue considerando suyo.