lunes, 9 de febrero de 2015

ENTRESEMANA, Marcelo, pelea arreglada Moisés Sánchez Limón

La escuela de Manuel Camacho Solís, desplegada en lecciones para obtener la nominación priista a la Presidencia de la República en 1994, tuvo su basamento en la creación de bastiones de supuesta oposición al régimen salinista, generadores de problemas focalizados en el Distrito Federal y Tabasco, con réplicas en Michoacán y Guerrero.
Como jefe del Departamento del Distrito Federal, Camacho Solís en aquellos años dorados de la administración de Carlos Salinas de Gortari necesitaba de una plataforma que lo catapultara al estrellato político a nivel nacional.
Y es que sus antecesores en el cargo fueron soñadores de la candidatura del PRI a la Presidencia. Y se quedaron en los sueños, desde Fernando Casas Alemán, pasando por Ernesto P. Uruchurtu, el sonorense calificado como el “Regente de Hierro” enfundado en la mojigatería de las damas de la veladora perpetua que mandó cerrar centros nocturnos.
O Alfonso Martínez Domínguez defenestrado por Luis Echeverría Álvarez, bajo la acusación de ser autor del halconazo del 10 de junio de 1971, y el profesor Carlos Hank González impedido constitucionalmente, hasta Ramón Aguirre quien cubrió el expediente de los “tapados” a sabiendas que era pelea arreglada porque el bueno era Carlos Salinas de Gortari.
Por eso, Manuel Camacho Solís emprendió un esquema para posicionarse a nivel nacional, e internacional, como un regente que solucionaba los más severos problemas en una de las principales capitales del mundo y aspirante al primer lugar en el ranking de las ciudades más pobladas del orbe. En fin.
Pero Camacho no quería trato alguno con delincuentes, así que su estrategia se cimentó en organizaciones sociales que lo mismo agrupaban comerciantes ambulantes que desempleados, paracaidistas y habitantes de cuartos de azotea. Demandantes de vivienda y rémoras de aquellos damnificados de los sismos de septiembre de 1985. Se creaba conflictos y de antemano los arreglaba.
Para ello contaba con la colaboración de personajes como el profesor René Bejarano y su esposa Dolores Padierna. René cobraba puntualmente su iguala mensual en una oficina próxima a la de Camacho Solís en el entonces Departamento del Distrito Federal. La oficina estaba estrechamente vinculada con la de Marcelo Ebrard Casaubón, en aquellos días Secretario General del DDF, es decir, la mano derecha de Camacho Solís.
Marcelo, entonces, fue el responsable de pagar a las huestes tabasqueñas que en esos tiempos encabezaba Andrés Manuel López Obrador con plantones en el Zócalo capitalino. Andrés Manuel lo mismo acarreaba barrenderos del municipio del Centro (Villahermosa) que pescadores o trabajadores petroleros disidentes y eventuales, que buscaban una plaza o que denunciaban supuestos actos de corrupción.
El caso es que esos grupos como la Asamblea de Barrios y los acarreados de Andrés Manuel sirvieron a la causa de Camacho Solís, quien con ello se armaba los “graves” problemas que debía atender la administración a su cargo y, ¡caray!, casualmente resolvía todos, todos.
Entonces, su nombre aparecía a nivel nacional e internacional como el de un político de altos vuelos, sedicente capaz, diligente, honesto y, sobre todo, conciliador, operador político que iba a todas y resolvía todas. Pero el presidente Carlos Salinas de Gortari sabía de estas peleas arregladas.
El caso es que, de la mano, Camacho llevaba a Marcelo Ebrard, quien fue subsecretario de Relaciones Exteriores en aquella efímera administración de Manuel como canciller, porque luego ambos se sacrificaron en la comisión para la pacificación de Chiapas. Cargaban tal fama que fue secreto a voces que el dizque subcomandante Marcos formaba parte del tinglado del remedo de guerrilla que se sirvió de indígenas pobres como carne de cañón para concretar su plan de gran político para descarrilar al TLCAN y desprestigiar a Carlos Salinas.
Y ahí estaba Marcelo en la pelea arreglada. En esa ruta siguió su proceso de aprendizaje. Vaya, fue diputado federal por el PVEM, en un evidente cobro de favores porque, casualmente desde el DDF él era encargado de entregar los cheques al entonces Partido Verde Ecologista de México que había perdido el registro en la capital del país.
Luego secretario general del Partido de Centro Democrático, creación de Manuel Camacho y, cuando contendía por la jefatura de Gobierno del DF renunció a la nominación y… ¡adivinó!, se sumó a la de Andrés Manuel López Obrador, de quien fue consejero político en su administración en el GDF y hasta secretario de Seguridad Pública. Otra pelea arreglada.
Finalmente jefe de Gobierno de la capital del país, en esa carrera que corrió de la mano y bajo la tutela de Manuel Camacho Solís, margen aparte de correrías con personajes como Ángel Heladio Aguirre Rivero, en otra pelea arreglada, ésta en Guerrero, hoy está con un pie en la LXIII Legislatura federal de la Cámara de Diputados. La semana pasada se anotó en la lista que le asegura que el próximo 1 de septiembre rinda protesta como diputado federal de la bancada del Partido de la Revolución Democrática.
Pero Marcelo no se conformará ni será un diputado más. No. Va en pos de la coordinación de la bancada perredista y de la presidencia camaral. Por eso la pelea arreglada, por eso la insistencia de asumirse víctima del gobierno federal, perseguido político que al cuarto para las doce, aparentemente, llega al Palacio Legislativo de San Lázaro a defenderse y blofear con su equipo de campaña integrado por convencidos lopezobradoristas que han integrado una bancada de Morena.
Porque ahí estaban los hermanos Monreal y un eficiente grupo de asesores que repartió, entre los diputados que defendieron a Marcelo, un libro blanco que contenía tarjetas con las preguntas que éstos le harían al ex jefe de Gobierno. Todo ajustado al interés de Marcelo. Marcelo en otra de sus tantas peleas arregladas, fiel a la escuela de Manuel Camacho.
Marcelo no fue el viernes pasado a San Lázaro a desmentir a los diputados del PRI, PAN, Nueva Alianza y del PVEM que aprobaron el informe de la Comisión Especial para dar seguimiento a los recursos federales que se destinen o se hayan destinado a la Línea 12 del Metro.
No, fue a escenificar una pelea arreglada. Mario Delgado fue comparsa y ambos saben que el informe entregado a la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados con la aprobación de la mayoría camaral, no puede ser revocado, porque su contenido tiene fundamentos que los instalan, a Marcelo y a Delgado, en la posición de indiciados. De eso no hay vuelta de hoja.
Marcelo y el tongo de esta reunión, arreglado con sus defensores. Fue a blofear y descalificar, con ese estilo de Ricardo Mejía Berdeja y de Rafael Huerta Ladrón de Guevara, repetidores de conceptos increíbles y de sobrada demagogia leguleya. A saber.
“Entonces habría que preguntarnos si es un hecho consumado, entonces para qué hacemos una reunión de trabajo”, dijo Marcelo al inicio de la ronda de preguntas y respuestas. Pero se quedó a consumir 59 minutos, no los tres que había garantizado como tiempo suficiente para desmentir al contenido del informe. Y apenas va en el tercer aire, con tablas y recursos. Dinero hay para el sueño de 2018. Digo.
LUNES. El caso de la Secretaría de la Función Pública tiene elementos suficientes para una novela de amores perros. Luego les platico. Conste.

@msanchezlimon