miércoles, 25 de febrero de 2015

Porno De Octavio Raziel/LA VIDA COMO ES… RETRO.

En cierta ocasión, San Compadre acudió al psiquiatra para intentar curar su compulsión por perseguir a las muchachas (y a las no tan muchachas).
         El especialista en problemas sexuales recomendó aplicar la prueba de Rosarch y comenzó a tirar unas cartas del tamaño de las de la baraja en las que aparecían manchas de tinta.
         Tiró la primera
         -Una mujer desnuda, respondió San Compadre.
         Tiró la segunda
         -Una pareja haciendo el amor, dijo.
         Luego la tercera
         -Dos mujeres desnudas, expresó sin el menor recato.
         Y así siguió el examen, hasta que el psiquiatra le espetó:
         -Oiga, usted no tiene nada de santo y si una mente muy enferma.
         -¿Yo? –Preguntó y respondió al tiempo San Compadre- Usted es el enfermo que tiene en su consultorio esos juegos pornográficos.
Las personas mayores, aquellas que vivieron su juventud entre las décadas de los 30 o los 40, tenían absolutamente prohibido leer las novelas del escritor colombiano José María Vargas Vila (antiimperialista, amante de la libertad y amigo de Martí) en las que se insinuaba el sexo. Es más, la santa iglesia excomulgaba a aquellos que osaran tomar esa lectura.
         Para los años 50, la revista “Vea”, en la que aparecían fotografías de mujeres, todas ellas llenitas, piernudas, con lonjas desparramándose por arriba del calzón del traje de baño de dos piezas –la parte inferior parecía pantalón corto- o con medias aún de costura trasera, eran prohibidas a los jóvenes de “buena” familia.
         En los años 50 y 60, dos de las películas que llegaron a México (francesas of course) fueron: “Las Tentadoras”  que trataba de la preparación de un musical y la otra, “Maternidad Prohibida”, en la que se abordaba el tema del embarazo no deseado de una jovencita. En la primera, las chicas que iban a presentarse en un centro nocturno de París aparecían con esos “bikinis” enormes y enseñando pierna y cintura abundante. En la segunda cinta, en blanco y negro, había una escena en la que la joven mostraba –horror- un turgente seno que el protagónico observaba mientras ella dormía. Ambas películas eran prohibidas para menores de 21 años y se requería de cartilla de identificación que checaban minuciosamente los inspectores de la sala.
Luego vino, “Un hombre y una mujer”, película con una bellísima música a cargo de Francis Lai, a la que cerraban el paso a los jóvenes que pretendían entrar a la sala cinematográfica en los años 70. También fueron prohibidas en esa década, “Perro Mundo”, I y II, que marcaron historia con su música y apertura a un mundo que pocos conocían.
         Las películas de esas décadas, 50, 60 y 70, son ahora observadas con ojos de tedio en horario infantil.
         En España, después de la muerte de Francisco Franco, vino lo que dio por llamarse “el destape”, donde una sociedad, reprimida por décadas, de pronto se libera y explota.
         Pero no sólo en la península Ibérica, sino en todo el mundo, lo porno era lo actual. En México, la visita a las bellas playas de Zipolite, Oaxaca, con desnudos integrales, dejó de ser sorpresa, lo mismo que los clubes Med de todo el país. De esta forma, estar encuerado era lo “in”.
         Hoy los programas televisivos, como las películas, presentan a hombres y mujeres que no dejan nada a la imaginación.
         ¿Dónde comienza el arte y dónde lo porno? es una pregunta que la sociedad no responde claramente; la religión está en el extremo y todo lo ve pecaminoso y los vanguardistas consideran que en materia de arte aún falta mucho por mostrar.
         Así, lo porno está en la mente y todo es del color con que se mire.
         Soy bastante liberal, libre pensador y nada asustadizo, por lo que acepto sin ambages la libertad de los jóvenes. En cambio, San Compadre sigue considerando que su psiquiatra es un enfermo sexual al que hay que recluir en un hospital especializado.
         Dejo a San Compadre releyendo su colección de revistas del Play Boy y escuchando la música de Francis Lai con “Un hombre y una mujer”.