domingo, 3 de mayo de 2015

El Escuadrón de la Muerte, fase cuarta DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICIENDO QUE… Por Margarito López Ramírez

 … A Cirenio González Morales, frecuentemente se le involucraba en bromas que ideaban sus amigos y compañeros de bohemia; guasas como aquélla en la que una señora de honorable reputación fue hasta las puertas de la casa de Virgilio  Apresa Espíritu alias El Enchilado para exigir la pronta entrega de su jumento El Canelo, porque, según la versión de alguien, lo tenía encerrado y apersogado  haciendo de él y con él no sé qué. Doña Mariana, mujer cincuentona, poseedora de bonituras y porte altivo, ponderaba a su animal: decía que lo quería mucho por ser precioso, grande, fuerte, portentoso, resistente y cumplidor con las hembras.

Ante tal exigencia, Virgilio, jefe nato de El Escuadrón de la Muerte asentado en La calle de los Huajes de la natal ciudad de Tixtla de Guerrero, Gro., no se “enchiló” como era hecho natural en su persona, contuvo su enojo, y, a la par de entreabrir la puerta, en tono amable, comedido y ceremonioso, dijo: “señora de todos mis respetos, puede pasar al interior de esta su humilde casa, la invito a buscar y rebuscar, pero debe saber que aquí no hay más que un burro…, El Burro González, mi amigo que, según el decir de alguna féminas, tiene los atributos que usted reconoce en su jumento” —Cirenio, al oír que se le mencionaba, abandonó su dejadez y se puso de pie al tiempo que hacía una reverencia—, pero no le aconsejo —prosiguió con hablar enfático El enchilado— no le aconsejo que se lo lleve porque provocará desavenencias fatales: se enojará su esposa Cande García, vendrán su familiares y se armará un mitote…
 
He aquí que la citada señora, después de husmear en el entorno, al tiempo que enrollaba la gamarra y ataduras destinadas a sujetar su jumento extraviado, hiciera un mohín seguido de un arrebato, y se alejara del lugar: “mentando madres” reforzadas por gesticulaciones dirigidas a su interlocutor, al vecino argüendero que la encaminó hasta ese lugar y a quienes desde sus aposentos la miraban, embebidos de humor y alcohol, alejarse ligerita, con su andar  zarandeque y retozón, rumbo a La Alameda situada más allá del vado creado por las aguas del arroyo de Jaltipán.

Cuando un repentino silencio invadió el paisaje pueblerino, desde el interior de la casa de El Enchilado, alguien imitó el rebuznar de un asno, y, en medio de risotadas, reinició la bohemia brevemente interrumpida por la fugaz presencia de doña Mariana Tizapa viuda de Chomolco quien transitaba llevando su coraje entripado y la congoja que le producía la ausencia de su burro manadero, el afamado Canelo, asiduo visitador de la burra “Cascochueco”, hembra orejona de pelo reluciente y paridora, jumenta hermosa domiciliada de por vida, según lo narran quienes la trataron y gozaron de sus tersuras, en los patios cubiertos de pasto y otros verdores de la escuela normal rural de Ayotzinapa en donde vivió despojada de penurias, y fue más de mil veces, dadora de satisfacciones y placeres momentáneos durante los últimos años de la década de los cincuenta, y más... Borriquita de mirada dulce, cuyo recuerdo de antaño deambula en la mente de muchos egresados de esta noble institución forjadora de profesores.

“Eso dicen….”